lunes, 3 de marzo de 2014

Sal.

Iba perdida por ese largo y oscuro camino, lleno de piedras con las cuales yo tropezaba. Una y otra vez. La misma piedra, el mismo camino.
Intentaba llegar al final, para poder desviarme y llegar a mi destino: la felicidad. Pero esas piedras y esa oscuridad impedía mi avance.
Me tropezaba, y no me mantenía en pie. Me caía.
Por un tiempo, pensé que no saldría de allí jamás. El destino estaba en mi contra y mis ganas y mi fuerza también.
Pero, me di cuenta de que si me rendía y no luchaba, no podría salir. Entonces, cogí fuerzas, inspiré y espiré una vez el aire, y pensé: 'puedo si quiero ser feliz', apreté los puños, y seguí hacia delante, fijándome bien en las piedras y obstáculos del camino.
Subí la cabeza, iba sin miedo. No me importaba lo que me dijera la gente si me veía caer o tropezarme, porque aprendí a mantenerme firme.
Porque no hay nada como salir de ese tramo oscuro en el que no avanzas y no ves nada, más allá de la niebla.

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